Una vez más, en
las últimas semanas, hemos sido testigos de algunos episodios que nos
evidencian lo frustrante que puede ser la política nacional. Casos como el de “Odebrecht”,
las “canastas” del congreso y las rutinarias escenas de disputas infantiles
entre congresistas y políticos en general. Ante el fenómeno de Lo Político, pareciera que tuviéramos tres opciones: 1. Tener un
análisis ingenuo-reactivo, no informado (y seguir acumulando frustraciones), 2.
Asumir un análisis político-ideológico (y entrar en el juego de lo político) y
3. Apostar por un análisis teórico-conceptual, crítico e informado. Se diría
que la última opción es la que podría
ayudarnos a salvaguardar nuestra salud mental:
Los más potentes
cerebros que han analizado y estudiado el fenómeno de Lo político han sido brutalmente realistas. Uno de los padres de la
sociología, el filósofo y sociólogo Max Weber en su escrito La política como Vocación de 1919, decía
textualmente: “Quien hace política aspira
al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o
egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que
le confiere”, es decir, la pasión dominante en lo político sería el poder y
la disputa por él. Un segundo pensador, el filósofo alemán Carl Schmitt, quizás
el que más realistamente haya analizado el fenómeno de lo político, señaló que
el criterio para analizar lo político es el binomio “amigo-enemigo” porque así
como en estética juzgamos su naturaleza a través de “lo bello y lo feo” y en la
ética con “lo bueno y lo malo”, pues en Lo Político el criterio debería ser
"amigo-enemigo", lo que nos ayudaría a entender que entre los
políticos siempre existirá una relación de oposición caracterizada por la
intensidad, hostilidad y la posibilidad extrema de la guerra. Schmitt propuso
este enfoque en 1932 en su escrito "El
Concepto de lo Político", y que fuera anticipado por otro gran pensador
alemán, el gran teórico de la ciencia militar, el prusiano Von Clausewitz que
lo sentenciaba con su conocida frase “la guerra es la continuación de la
política por otros medios”. La guerra, el conflicto violento, por tanto, es casi
inevitable y nace de lo político. Cuatrocientos años antes de la era cristiana
el filósofo griego Heráclito señalaba precisamente que la contradicción es el
origen de todas las cosas y que el devenir está animado por el conflicto, por
ende, la “guerra es el padre de todas las cosas”.
Platón, quien
fuera quizás el más brillante de los filósofos griegos, intentó en su época
influir en los políticos de su país para que puedan gobernar lúcida y
desinteresadamente. Intentó persuadir a Dionisio de Siracusa I para que sea un
gobernante filósofo, es decir, un gobernante amante de la verdad y de la
sabiduría, pero fracasó en su intento y Donisio I que era un tirano terminó
vendiendo a Platón como esclavo. Luego, al ser liberado como esclavo, Platón
veinte años después, intentó otra vez enseñar la sabiduría del buen gobierno, esta
vez al hijo de Dionsio I: Dionisio II. Éste nunca escuchó a Platón y ante este
nuevo fracaso el filósofo se vio obligado a admitir que no podía pretender que
los gobernantes fueran lúcidos y desinteresados.
Finalmente, la politóloga
y filósofa belga Chantal Mouffe, señala que la verdadera naturaleza de lo
político es el antagonismo y el conflicto, porque la pluralidad de ideas
e intereses lleva inevitablemente a la confrontación.
Entonces,
pareciera que Lo Político lleva en su
ADN el conflicto, la disputa del poder permanente el antagonismo, la
manipulación y la falta a la verdad. Desde Platón y la Democracia Griega hasta
nuestros días es así. ¿Se puede hablar entonces
de la Ley de lo Inevitable en Política?,
puede ser que sí puede ser que no, pero la historia de la humanidad evidencia
esa persistencia histórica.
¿Qué nos queda?
la alternativa sería culturizarnos, informarnos, dejar “la pereza mental”,
enterarnos, leer y leer, profundizar,
pensar y reflexionar para entender los
fenómenos del mundo y del ser humano. Dijo el filósofo español Gustavo Bueno en
su libro el Mito de la Felicidad que
el alto índice de felicidad en España tendría que ver con el bajo índice de
lectura de sus ciudadanos, ya que el ciudadano que no lee tiene como consigna
“La vida no está para comprenderla sino para disfrutarla”. La psicología
popular o común prefiere “disfrutar” que comprender. Hace algunos años tuvimos
una representante de lo popular en el congreso que marco el pensamiento
“filosófico” de muchos peruanos con la famosa frase “Vive la vida y no dejes
que a vida te viva”.
¿Cómo estaremos
con el índice de lectura en el Perú?
César
Hildebrandt, señalaba en una entrevista (https://www.youtube.com/watch?v=SgaLooQ9UJc) que “informarnos
no es una opción, sino un deber” y que le daba pena la calidad de
ciudadanía que tenemos, por eso le era difícil “tragarse el sapo de la peruanidad”. Y es que una democracia sin una
ciudadanía informada y culta es peligrosa, porque habiendo ignorancia no
podríamos participar en política con calidad ciudadana y el que no participa en
política o no se preocupa por ella según los antiguos griegos es un “idiota”.
La palabra idiota es de origen griego y los inventaron los Helenos para señalar
al ciudadano egoísta que sólo se ocupaba de sus asuntos privados y no se
ocupaba de los asuntos públicos. Es decir, etimológicamente no es un insulto
esta palabra sino una forma de señalar la realidad.
El filósofo
francés Voltaire y quien fuera uno de los más grandes representantes del
movimiento cultural de la ilustración del siglo XVIII e ideólogo de la
Revolución Francesa señalo lo siguiente:
“Dividid al
género humano en veinte partes; diecinueve estarán formadas por trabajadores
que no sabrán nunca que existió Locke (se
refiere al padre de liberalismo moderno el inglés Jhon Locke). De los restantes, ¿cuántos hombres se
dedican a la lectura? Y entre los que leen, veinte leen novelas y uno sólo
estudia filosofía. El número de los que piensa es muy reducido” (Cartas
Filosóficas. Décimo Tercera Carta: Sobre Locke, 1726).
Cabe preguntar al lector entonces ¿En que parte de ese género
humano se encuentra usted?
Podríamos concluir diciendo, que lo inevitable en política se
agrava si contamos con ciudadanos “idiotas”.
No idioticemos la democracia.