martes, 31 de enero de 2017

LO INEVITBLE Y LO IDIOTA EN POLITICA





Una vez más, en las últimas semanas, hemos sido testigos de algunos episodios que nos evidencian lo frustrante que puede ser la política nacional. Casos como el de “Odebrecht”, las “canastas” del congreso y las rutinarias escenas de disputas infantiles entre congresistas y políticos en general.  Ante el fenómeno de Lo Político, pareciera que tuviéramos tres opciones: 1. Tener un análisis ingenuo-reactivo, no informado (y seguir acumulando frustraciones), 2. Asumir un análisis político-ideológico (y entrar en el juego de lo político) y 3. Apostar por un análisis teórico-conceptual, crítico e informado. Se diría que la  última opción es la que podría ayudarnos a salvaguardar nuestra salud mental:

Los más potentes cerebros que han analizado y estudiado el fenómeno de Lo político han sido brutalmente realistas. Uno de los padres de la sociología, el filósofo y sociólogo Max Weber en su escrito La política como Vocación de 1919, decía textualmente: “Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que le confiere”, es decir, la pasión dominante en lo político sería el poder y la disputa por él. Un segundo pensador, el filósofo alemán Carl Schmitt, quizás el que más realistamente haya analizado el fenómeno de lo político, señaló que el criterio para analizar lo político es el binomio “amigo-enemigo” porque así como en estética juzgamos su naturaleza a través de “lo bello y lo feo” y en la ética  con “lo bueno y lo malo”, pues en Lo Político el criterio debería ser "amigo-enemigo", lo que nos ayudaría a entender que entre los políticos siempre existirá una relación de oposición caracterizada por la intensidad, hostilidad y la posibilidad extrema de la guerra. Schmitt propuso este enfoque en 1932 en su escrito "El Concepto de lo Político", y que fuera anticipado por otro gran pensador alemán, el gran teórico de la ciencia militar, el prusiano Von Clausewitz que lo sentenciaba con su conocida frase “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. La guerra, el conflicto violento, por tanto, es casi inevitable y nace de lo político. Cuatrocientos años antes de la era cristiana el filósofo griego Heráclito señalaba precisamente que la contradicción es el origen de todas las cosas y que el devenir está animado por el conflicto, por ende, la “guerra es el padre de todas las cosas”.

Platón, quien fuera quizás el más brillante de los filósofos griegos, intentó en su época influir en los políticos de su país para que puedan gobernar lúcida y desinteresadamente. Intentó persuadir a Dionisio de Siracusa I para que sea un gobernante filósofo, es decir, un gobernante amante de la verdad y de la sabiduría, pero fracasó en su intento y Donisio I que era un tirano terminó vendiendo a Platón como esclavo. Luego, al ser liberado como esclavo, Platón veinte años después, intentó otra vez enseñar la sabiduría del buen gobierno, esta vez al hijo de Dionsio I: Dionisio II. Éste nunca escuchó a Platón y ante este nuevo fracaso el filósofo se vio obligado a admitir que no podía pretender que los gobernantes fueran lúcidos y desinteresados.

Finalmente, la politóloga y filósofa belga Chantal Mouffe, señala que la verdadera naturaleza de lo político es el antagonismo y el conflicto, porque la pluralidad de ideas e intereses lleva inevitablemente a la confrontación.

Entonces, pareciera que Lo Político lleva en su ADN el conflicto, la disputa del poder permanente el antagonismo, la manipulación y la falta a la verdad. Desde Platón y la Democracia Griega hasta nuestros días es así. ¿Se  puede hablar entonces de la Ley de lo Inevitable en Política?, puede ser que sí puede ser que no, pero la historia de la humanidad evidencia esa persistencia histórica.
¿Qué nos queda? la alternativa sería culturizarnos, informarnos, dejar “la pereza mental”, enterarnos, leer y  leer, profundizar, pensar  y reflexionar para entender los fenómenos del mundo y del ser humano. Dijo el filósofo español Gustavo Bueno en su libro el Mito de la Felicidad que el alto índice de felicidad en España tendría que ver con el bajo índice de lectura de sus ciudadanos, ya que el ciudadano que no lee tiene como consigna “La vida no está para comprenderla sino para disfrutarla”. La psicología popular o común prefiere “disfrutar” que comprender. Hace algunos años tuvimos una representante de lo popular en el congreso que marco el pensamiento “filosófico” de muchos peruanos con la famosa frase “Vive la vida y no dejes que a vida te viva”.
¿Cómo estaremos con el índice de lectura en el Perú?

César Hildebrandt, señalaba en una entrevista (https://www.youtube.com/watch?v=SgaLooQ9UJc) que “informarnos no es una opción, sino un deber” y que le daba pena la calidad de ciudadanía que tenemos, por eso le era difícil “tragarse el sapo de la peruanidad”. Y es que una democracia sin una ciudadanía informada y culta es peligrosa, porque habiendo ignorancia no podríamos participar en política con calidad ciudadana y el que no participa en política o no se preocupa por ella según los antiguos griegos es un “idiota”. La palabra idiota es de origen griego y los inventaron los Helenos para señalar al ciudadano egoísta que sólo se ocupaba de sus asuntos privados y no se ocupaba de los asuntos públicos. Es decir, etimológicamente no es un insulto esta palabra sino una forma de señalar la realidad.

El filósofo francés Voltaire y quien fuera uno de los más grandes representantes del movimiento cultural de la ilustración del siglo XVIII e ideólogo de la Revolución Francesa señalo lo siguiente:
“Dividid al género humano en veinte partes; diecinueve estarán formadas por trabajadores que no sabrán nunca que existió Locke (se refiere al padre de liberalismo moderno el inglés Jhon Locke). De los restantes, ¿cuántos hombres se dedican a la lectura? Y entre los que leen, veinte leen novelas y uno sólo estudia filosofía. El número de los que piensa es muy reducido” (Cartas Filosóficas. Décimo Tercera Carta: Sobre Locke, 1726).

Cabe preguntar al lector entonces ¿En que parte de ese género humano se encuentra usted?
Podríamos concluir diciendo, que lo inevitable en política se agrava si contamos con ciudadanos “idiotas”.


No idioticemos la democracia.